Si tienes calzoncillos rotos, por favor tíralos.

Hace unos años a Jon le regalaron una noche en un Hotel de Deba con Spa y cena para celebrar su cumpleaños, lo bueno es que en el hotel también daban masajes y decidimos coger un masaje a 4 manos.


Solo el nombre atraía, así que hicimos la reserva de los masajes, la pena es que teníamos que darnos los masajes por separado, porque me hubiese encantado estar presente en el masaje de Jon.
Estuvimos esa mañana con unos amigos, Laroky y Pirri, habían venido de visita y se hospedaban en Lekeitio. Después de pasar el día con ellos llegamos al Hotel Aisia Deba por la noche, era acogedor y la habitación que nos tocó estaba muy bien, con cama enorme como a mí me gusta y un señor baño.


Dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos a cenar, la verdad es que cenamos de lujo. Como siempre yo salí hinchada, porque no cené, engullí. Además, recuerdo que por aquel entonces estaba a dieta (por aquel entonces… ¡ni que la hubiera dejado!) y todo lo que había en el menú lo podía comer, me puse ciega. Y con la tripa bien llena a dormir, al día siguiente nos esperaban los masajes.

Cuando llegué a la zona de masajes era todo muy tranquilo, daba pie a relajarse. Me hicieron pasar en seguida y dos chicas muy jóvenes me dieron una toalla y me dijeron que me tumbara boca abajo. No sé describir bien ese masaje, solo sé que para mí fue BRUTAL. Tengo la capacidad de dormirme en el dentista como para no dormirme mientras me dan un masaje.
Al salir estaba Jon, estaba esperando su turno, con lo que decidí ir a la habitación y esperar.

Un rato después llegó con cara rara, le pregunté: ¿Qué tal el masaje? Y me dijo: "Bien, aunque ha sido raro".
Me explicó que al principio bien, pero que después oía murmurar a las chicas todo el rato y que no pudo relajarse mucho. Estaban venga a cuchichear y a veces se reían, le pareció poco profesional y lo era. Se creía que se reían porque normalmente darían masajes a viejos y claro, de pronto aparece un joven guapo y fornido como él y les daba la risa, iluso.

Y ahí se quedó la cosa, estuvimos todo el día de ruta, de risas, fue un fin de semana genial hasta que llegamos a casa. Nos fuimos a la cama y de repente le oigo decir a Jon: ¡No! Ya sé por qué se reían las chicas de los masajes.

¡El colega tenía un agujero en el calzoncillo del tamaño de la capa ozono! Normal que se estuvieran riendo, esas pobres chicas iban a dar un masaje y se encontraron algo más que a Jon. ¡jaja!
Madre mía, no sabéis el ataque de risa que tuve, no podía parar. Jon rojo como un tomate, no sabía dónde meterse, pero ya ¿qué más daba?, esas chicas tenían la anécdota del día y nosotros la anécdota del año.

Lo mejor fue cuando me dice: ¿Qué hago con estos calzoncillos?
¡¡¡PUES TIRARLOS!!!

Por cierto, Jon me ha dado permiso para contar esta historia.


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