Mis amores:Guantes y Jazz
Hoy os voy a contar como llegaron Guantes y Jazz a mi vida.
A principios de 2014 Jon y yo estábamos a punto de irnos a nuestra nueva casa. Quedaban solo unos meses para dejar Bilbo y marchar a nuestra nueva vida en Sopela.
Jon, que es muy cansino para ciertas cosas, siempre me decía que quería tener un perro.
Yo siempre le decía que no, yo ya había tenido perro, es sacrificado y sabía que al final la responsable del perro iba a ser yo (lo mismo que le paso a mi madre, vamos), total que me negaba. Además, que los quieres tanto que luego cuando faltan lo pasas fatal, en mi caso, muy mal.
Aun así, repetía lo de querer un perro hasta ser
agotador, pero las navidades del 2013 todo cambió.A principios de 2014 Jon y yo estábamos a punto de irnos a nuestra nueva casa. Quedaban solo unos meses para dejar Bilbo y marchar a nuestra nueva vida en Sopela.
Jon, que es muy cansino para ciertas cosas, siempre me decía que quería tener un perro.
Yo siempre le decía que no, yo ya había tenido perro, es sacrificado y sabía que al final la responsable del perro iba a ser yo (lo mismo que le paso a mi madre, vamos), total que me negaba. Además, que los quieres tanto que luego cuando faltan lo pasas fatal, en mi caso, muy mal.
Como todas las navidades que vamos a Madrid a ver a mi familia, quedamos un día con mis amigos Cris y Jorge en su casa y al llegar nos enseñaros a sus gatos (yo ya los conocía de otra visita) Stevie y Marley, dos gatos Sphynx super mimosos a los que les encantaba rozarse contra la poca barba que tiene Jon. Fue amor a primera vista para Jon, se pasó toda la noche tirado en el suelo jugando con ellos, se obsesiono de tal manera que a nuestra vuelta a Bilbo ya había mirado donde poder pillar un gato Sphynx.
La frase pasó a ser: “quiero un gato”, en este caso a Jon le daba igual Sphynx o gato común. Mi respuesta a esa frase era que no, nunca había tenido gato y tenía el prejuicio de que son ariscos y sobre todo no quería pelos en casa.
Total, que él no desistió y a finales de febrero de 2014 me dijo que había quedado con una chica para ver un gato Sphynx y de morros le acompañé. Jo, fue verla y me enamoré, que cosita tan preciosa (lo sé, muchos decís que no son gatos, que son feos, blablá, en persona ganan y si alguno quiere hacer la prueba quedamos para que los vea).
Y así llegó Guantes, un gato sin pelo, a mi casa. Me tuve
que tragar mis palabras y desde el primer día me volqué con ella. Mimos y más
mimos para la reina de la casa. Suave, calentita y cariñosa (conmigo) que hace
que me derrita.
El caso es que nos mudamos a Sope y la mudanza no le sentó
muy bien a Guantes, se estresó mucho. Pero la nueva casa le daba algo que el
piso de 50 metros cuadrados no le daba, sitio para correr y un jardín. Ese año
tuvimos muchas visitas con muchos niños y Guantes cambió un poco, estaba hasta
el gorro de visitas, ella quería estar tranquila en su casa y se volvió
miedosa.
El 10 de marzo 2015 mi padre se puso enfermo y tuvimos que
ir a toda prisa a Madrid, no nos dio tiempo a pensarlo mucho, no sabíamos
cuantos días íbamos a estar allí con lo que decidimos coger a Guantes e ir con
ella a Madrid. Si llego a saber que ese viaje lo mal que le iba a sentar ese
viaje no la hubiese llevado.
El viaje de ida, para ella fue bien, le dimos una pastilla que nos dio el veterinario y fue más o menos tranquila. Ella sabía que algo pasaba, la notaba triste y no era solo por el viaje. Nos pasamos una semana en el hospital viendo cómo se apagaba mi padre y al volver a casa cuando venía a pedir mimos estaba diferente, alicaída. Qué listos son los gatos, además sabía que estaba embarazada, me amasaba la tripa con sus patitas entre ronroneos.
El viaje de ida, para ella fue bien, le dimos una pastilla que nos dio el veterinario y fue más o menos tranquila. Ella sabía que algo pasaba, la notaba triste y no era solo por el viaje. Nos pasamos una semana en el hospital viendo cómo se apagaba mi padre y al volver a casa cuando venía a pedir mimos estaba diferente, alicaída. Qué listos son los gatos, además sabía que estaba embarazada, me amasaba la tripa con sus patitas entre ronroneos.
A la semana mi padre falleció y decidimos irnos dos días
después a casa, Jon tenía que volver al trabajo y también por Guantes, tenía
que estar en su casa. El viaje de vuelta fue horrible, se daba de cabezazos
contra el transportín y llegó a hacerse sangre, yo no podía parar de llorar al
verla así, si le pasaba algo me derrumbaría.
Llegamos a casa y por fin se quedó tranquila, aun así, decidí llevarla al veterinario y pasar yo también por mi matrona, antes de volverme a Madrid a ayudar a mi madre con las gestiones del papeleo de mi padre. Me dijeron que tanto Guantes como Maia estaban bien, me quedé más tranquila y puse rumbo a Madrid de nuevo, esta vez yo sola.
Llegamos a casa y por fin se quedó tranquila, aun así, decidí llevarla al veterinario y pasar yo también por mi matrona, antes de volverme a Madrid a ayudar a mi madre con las gestiones del papeleo de mi padre. Me dijeron que tanto Guantes como Maia estaban bien, me quedé más tranquila y puse rumbo a Madrid de nuevo, esta vez yo sola.
Me quede casi 1 mes y en ese tiempo Jon y yo pensamos que
igual era bueno que Guantes tuviera compañía. Me parecía un poco lío tener dos
gatos, pero qué leches, Guantes había pasado por una experiencia muy mala y
necesitaba un compañero/a.
Jon estuvo mirando y dio con una chica que tenía un gato Sphynx gris atigrado, ¡era precioso! Le dije que adelante y en cuanto quedó todo cerrado, empezamos a pensar en el nombre. A Jon se le ocurrió llamarle Jazz en homenaje a mi padre y así se quedó.
Jon lo cerró todo desde Bilbo y me dejó de encargada para ir a recoger al nuevo miembro de la familia. Teníamos que ir hasta Guadalajara, me daban comida, comedero, arenero y transportín, así que mi madre y yo cogimos el coche y nos fuimos a por el pequeño. ¡Cuando le vi flipé!
Nos fuimos a Madrid con él de vuelta y desde el primer minuto vimos que era un gato especial, perseguía a mi madre por todas partes, parecía tener más carácter de perro que de gato, la primera noche durmió encima de mi oreja, literal.
Jon estuvo mirando y dio con una chica que tenía un gato Sphynx gris atigrado, ¡era precioso! Le dije que adelante y en cuanto quedó todo cerrado, empezamos a pensar en el nombre. A Jon se le ocurrió llamarle Jazz en homenaje a mi padre y así se quedó.
Jon lo cerró todo desde Bilbo y me dejó de encargada para ir a recoger al nuevo miembro de la familia. Teníamos que ir hasta Guadalajara, me daban comida, comedero, arenero y transportín, así que mi madre y yo cogimos el coche y nos fuimos a por el pequeño. ¡Cuando le vi flipé!
Nos fuimos a Madrid con él de vuelta y desde el primer minuto vimos que era un gato especial, perseguía a mi madre por todas partes, parecía tener más carácter de perro que de gato, la primera noche durmió encima de mi oreja, literal.
Primer día de Jazz en Madrid
A los 2 días Jon vino con Alberto, un amigo, a recoger a
Jazz para llevárselo a Bilbo, yo había ido a Madrid en autobús y no podía
llevármelo, además mi tripa ya pesaba y estaba cansada.
Vinieron en el día y volvieron. Nos informamos de cómo teníamos que introducir a un nuevo miembro en la familia para que Guantes no le rechazara.
Al llegar a Bilbo con él, Guantes empezó a bufar como una loca, Jon metió a Jazz en una habitación con arenero, comida y agua y cerró la puerta. Así Guantes podría olerle por la puerta y hacerse a su olor. El pobre Jazz no paraba de maullar, era tan pequeñito.
Al día siguiente, después de un par de bufidos de miedo y olisquearle un rato, todo empezó a fluir.
Vinieron en el día y volvieron. Nos informamos de cómo teníamos que introducir a un nuevo miembro en la familia para que Guantes no le rechazara.
Al llegar a Bilbo con él, Guantes empezó a bufar como una loca, Jon metió a Jazz en una habitación con arenero, comida y agua y cerró la puerta. Así Guantes podría olerle por la puerta y hacerse a su olor. El pobre Jazz no paraba de maullar, era tan pequeñito.
Al día siguiente, después de un par de bufidos de miedo y olisquearle un rato, todo empezó a fluir.
Primer día de Jazz y
Guantes juntos en casa.
Hoy se quieren con locura, Guantes es la que manda, hace y
deshace con Jazz a su antojo y él se deja. Jazz es bueno, cariñoso, maúlla
hasta ser cansino como su dueño y sigue durmiendo conmigo, no en mi oreja, pero
si entre mis brazos y da igual la postura que tenga durmiendo que él se acaba
metiendo.
Los quiero, sin ellos mi vida no sería lo que es ahora.
Aguantan carros y carretas de Maia, les persigue, les regaña, y aunque haga por
acariciarles más bien los machaca con sus pequeños manotazos y ellos no hacen
nada.
Son más que mis gatos, Jazz y Guantes son mi familia.
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